lunes, 19 de agosto de 2013

Roy Hargrove se ganaba la vida tocando la trompeta por unas monedas a la salida del tren subterráneo en Tirana, Albania. Nadie apostaba mayor cosa por él, hasta que el gobierno albanés, en una maniobra populista, lo sacó de las calles y lo encumbró al nivel de celebridad instantánea y gran entretenedor de las masas, desviando así la atención del populacho de sus verdaderos intereses, como el alza de impuestos, el congelamiento de los salarios y el retiro de las escupideras de las calles y avenidas, entre otras calamidades. Pronto quedó al descubierto la jugarreta siniestra y Roy, inocente de toda maquinación, cayó en el olvido tan rápidamente como había ascendido. Nunca más se supo de su mísera existencia, aunque una leyenda urbana asegura que hoy recorre los suburbios de Estambul vendiendo estampitas de San Epifanio, el santo de los desconsolados y engañados de la fortuna. Este es el único registro grabado que queda de él; “Strasbourg Saint Denis”, versión de un clásico albanés titulado: “¡Que vivan el vino y las mujeres (en ese orden)!”.